martes, 28 de mayo de 2013

Todo Incluido

En algunos hoteles de Varadero viene todo incluido, hasta la mala cara”, rezongó Sócrates de la Caridad , mosqueado sabrá él por qué. En su muñeca, una manilla lila sugería que había pasado un fin de semana mejor que el mío, por eso aquel mediodía, esperando una guagua bajo un sol que rajaba el granito, puse en entredicho el criterio de un viejo amigo…
¿Tan mal te fue? No lo parece…”. Sócrates lucía más llenito, notablemente colorao por el sol, la hemoglobina repuesta y los laguers sin piedad. Supuse alguna bronca con la pertinaz Bielka Valdivieso: esa guajira tenía la rara virtud de sacarlo de quicio con la misma facilidad que lo domaba luego con sus arrumacos y desplantes.
Mi problema es que no tuve ninguno, y yo estoy genéticamente programado para el stress, la candanga, la traba, la “podría”… Te digo una cosa bróder: el cubano no está preparado para  vivir sin sobresaltos”, dijo con fatalista gravedad.
Y me lo contó todo…
Me contó que se tiró con la guagua andando y fue a turistear un fin de semana en un hotel, como Dios manda, a creerse por 72 horas que un mundo mejor es posible, a soñar que algún día podría hacer aquello con su magro salario de sofista…
Sintió como si hubiera viajado casi 30 años atrás en una máquina del tiempo, a los veranos ochentenos en que iba con sus padres a un hotel de Varadero, aquel Varadero que prácticamente se acababa en las lomitas del Internacional. A partir de ahí solo había entonces, si acaso, un restaurante, un cabaret filibustero, un campamento pioneril, mangle y mosquito, mucho mosquito…
Un inesperado negocito y a little help of his friend financiaron la quincuagésima luna de miel de Sócrates y Bielka, que no necesitaban muchos pretextos pa meterse mano. A Varadero se fueron, como el Benny, y tras pasar el peaje les dio la bienvenida al mítico balneario una gigantesca valla que el Sócrates, siempre malpensado, no supo clasificar entre burlona y cínica: “Todo lo que aquí se recauda es para el pueblo”.
Ya este Varadero no era el de su niñez, ni siquiera el de su adolescencia y temprana juventud: ahora podía entrar a los hoteles, pero igual se sentía ajeno. Me confesó que a veces se sentí como si llevara tatuado en la frente “soy cubano de Cuba, estoy aquí casi de casualidad, así que ni se esfuerce en atenderme mejor: su trabajo no soy yo”.
¿No estarás exagerando un poco?”, pregunté…
Tu sabes que yo no soy paranoico por amor al drama: ahí uno siente que hasta las mucamas te miran con desdén, con tanto acrílico y gangarria, y los camareros te miran con reprobación y vergüenza cuando le caemos a la mesa bufé a saldar viejas deudas gastronómicas. Yo quisiera haberlos visto en su primer día de pincha, cuando se vieron rodeados de tanta jama, tanta carneeeeee...”, bramó Sócrates, que tanta bandeja repitió en nuestros años de becas y alquileres…
El hombre piensa como vive, lo dijo Marx”, intenté teorizar…
Marx de cubano lo único que tenía era un yerno, y pa’ eso palestino. A mi tampoco me cuadra el cubaneo denigrante, ni que aquello sea campismo con manilla por culpa de tanto nuevo rico. Pero bastante hambre me ha costado mantenerme honrado para que vengan a cuestionarme si me sale del alma comerme 13 bistecs”…
¡¿13 bistecs?!
Ese no es el asunto…El tema es que tres días no bastan: el primero no disfrutas nada, porque estás en shock. El segundo tampoco, porque ya estas pensando que al día siguiente te tienes que ir. Y del último solo tienes la mañana, que se va volando, y de regreso a la realidad… a la dura realidad. Nada viejo, lo dicho: no puedo ser feliz”, concluyó, justo antes de mandarnos a correr cuadra abajo, en busca de un ómnibus atestado, cuyo chofer no cree en lágrimas ni en paradas.

2 comentarios:

  1. De lo mejor que he leído últimamente, y no bromeo, porque tampoco yo creo en lágrimas. Te felicito desde mi alma hasta la tuya llena de 13 bistecs.

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  2. Fusión de almas, eso es un milagro.

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