martes, 28 de mayo de 2013

Las Furias

De pronto, Sócrates de la Caridad salió del mutismo y lanzó uno de sus incendiarios razonamientos: “El misógino no nace: se hace”.
¡Tú madre!”, saltó Bielka Valdivieso y el fantasma de Clara Zeltkin aplaudió en su tumba.
¿Ves?”, me dijo Sócrates, con la sonrisa triunfal de quien acaba de demostrar su punto y solo necesita una aprobación para proclamarlo. Tengo por ley no meterme donde no me llaman, y menos en líos de marido y mujer. Y menos que menos aún entre Bielka y Sócrates, que antes de que tomes partido ya están reconciliándose de la manera menos recatada posible.
A mí me dejan fuera”, mascullé y para dejar claro que no me arrastrarían a su pleito marital, mire al techo y empecé a canturrear… “Fuiste túuuu…
Por un instante solo se escuchó mi voz. La pareja se quedó mirándome, hasta que Sócrates me interrumpió:
¿Tu quoque fili mi?
¿El qué?”, respondí con la pregunta que siempre le hago cuando no entiendo de qué va. Y eso pasa más de lo que me gustaría admitir.
¿Tú también con la dichosa cancioncita? Primero fue Haila preguntando quién fue, ahora Arjona que si fuiste tú…”
“No sé qué decirte - intenté defenderme-. Esa canción me sale hasta en la sopa. Yo de Arjona solo tengo el Historias, y sin embargo me sé el puñetero fuiste tú”.
No entres en pánico. Se trata de un fenómeno científico perfectamente habitual. Cíclico, como el cometa Halley, pero con una mayor frecuencia: es, sencillamente, la furia del momento
Y ahí comenzó una disertación sobre las canciones de moda, esas que en un día flojo te espantas quinisientas veces, esas que acabarás tarareando aunque sus intérpretes te parezcan cheos, sus letras tontas y su ritmo plano y cansino. Esas que cuando te pegan los tarros o te botan le encuentras sentido y crees que la cantan por ti. Esas que cuando pasa su furia se te olvidan, porque otras furias invaden tus sentidos…
¿Y de quién es la culpa?”, pregunté…
De las industrias culturales. Del kitsch cotidiano, que es el buen gusto de la gente con mal gusto, que creen que nos hacen un favor sometiéndonos a su bazofia. De nuestros abnegados almendroneros, que al parecer con la licencia para botear les dan un CD con lo que suena. A veces nos montamos con un viejo y nos creemos, ilusos, que pondrá un Barbarito Diez o un Ñico Membiela. Pues no. ¡Quimba pá que suene! Pero mi viejo, si a su edad ya usté no quimba ni jugando bolas…”.
Sonreí y me perdí en los recuerdos de mi niñez, cuando no había grabadoras ni mp3, y toda mi educación musical dependía de la maestra invisible y la radio provincial. Cuando Colorama salía los lunes a las mil, Prismas ponía un video los miércoles y Contacto tres los sábados. Y por entonces, de A Capella solo me gustaba la Balmajó.
Recordé aquella escuela al campo en que acabó asqueándome Cristian Castro y “el tiempo que duró nuestro amoooooor”. Y el Pre con las filas azules bailando carnavalito en la plaza. Y mi llegada a La Habana , en plena fiebre de Juan Gabriel y su no te aferres… Pensándolo bien, ha sido una sucesión de consagrados y efímeros, bukis y lambadas, perales y pimpinelas, que de alguna manera siempre asociaré a momentos dados de mi vida… Quizás esa fuera la única y gran virtud de las furias, ayudarnos a volver con la memoria a los tiempos que jamás regresarán…
Sabes Sócrates, después de todo, tal vez esas furias tengan su razón de… ¿eh?
Olvidados de mi, Sócrates y Bielka hacían las paces con uno de sus maratónicos besos. No me quedaba más remedio que dejarlos, o esperar a que acabaran. Así que una vez más, mire al techo y empecé a canturrear… “Fuiste túuuu…
 

Todo Incluido

En algunos hoteles de Varadero viene todo incluido, hasta la mala cara”, rezongó Sócrates de la Caridad , mosqueado sabrá él por qué. En su muñeca, una manilla lila sugería que había pasado un fin de semana mejor que el mío, por eso aquel mediodía, esperando una guagua bajo un sol que rajaba el granito, puse en entredicho el criterio de un viejo amigo…
¿Tan mal te fue? No lo parece…”. Sócrates lucía más llenito, notablemente colorao por el sol, la hemoglobina repuesta y los laguers sin piedad. Supuse alguna bronca con la pertinaz Bielka Valdivieso: esa guajira tenía la rara virtud de sacarlo de quicio con la misma facilidad que lo domaba luego con sus arrumacos y desplantes.
Mi problema es que no tuve ninguno, y yo estoy genéticamente programado para el stress, la candanga, la traba, la “podría”… Te digo una cosa bróder: el cubano no está preparado para  vivir sin sobresaltos”, dijo con fatalista gravedad.
Y me lo contó todo…
Me contó que se tiró con la guagua andando y fue a turistear un fin de semana en un hotel, como Dios manda, a creerse por 72 horas que un mundo mejor es posible, a soñar que algún día podría hacer aquello con su magro salario de sofista…
Sintió como si hubiera viajado casi 30 años atrás en una máquina del tiempo, a los veranos ochentenos en que iba con sus padres a un hotel de Varadero, aquel Varadero que prácticamente se acababa en las lomitas del Internacional. A partir de ahí solo había entonces, si acaso, un restaurante, un cabaret filibustero, un campamento pioneril, mangle y mosquito, mucho mosquito…
Un inesperado negocito y a little help of his friend financiaron la quincuagésima luna de miel de Sócrates y Bielka, que no necesitaban muchos pretextos pa meterse mano. A Varadero se fueron, como el Benny, y tras pasar el peaje les dio la bienvenida al mítico balneario una gigantesca valla que el Sócrates, siempre malpensado, no supo clasificar entre burlona y cínica: “Todo lo que aquí se recauda es para el pueblo”.
Ya este Varadero no era el de su niñez, ni siquiera el de su adolescencia y temprana juventud: ahora podía entrar a los hoteles, pero igual se sentía ajeno. Me confesó que a veces se sentí como si llevara tatuado en la frente “soy cubano de Cuba, estoy aquí casi de casualidad, así que ni se esfuerce en atenderme mejor: su trabajo no soy yo”.
¿No estarás exagerando un poco?”, pregunté…
Tu sabes que yo no soy paranoico por amor al drama: ahí uno siente que hasta las mucamas te miran con desdén, con tanto acrílico y gangarria, y los camareros te miran con reprobación y vergüenza cuando le caemos a la mesa bufé a saldar viejas deudas gastronómicas. Yo quisiera haberlos visto en su primer día de pincha, cuando se vieron rodeados de tanta jama, tanta carneeeeee...”, bramó Sócrates, que tanta bandeja repitió en nuestros años de becas y alquileres…
El hombre piensa como vive, lo dijo Marx”, intenté teorizar…
Marx de cubano lo único que tenía era un yerno, y pa’ eso palestino. A mi tampoco me cuadra el cubaneo denigrante, ni que aquello sea campismo con manilla por culpa de tanto nuevo rico. Pero bastante hambre me ha costado mantenerme honrado para que vengan a cuestionarme si me sale del alma comerme 13 bistecs”…
¡¿13 bistecs?!
Ese no es el asunto…El tema es que tres días no bastan: el primero no disfrutas nada, porque estás en shock. El segundo tampoco, porque ya estas pensando que al día siguiente te tienes que ir. Y del último solo tienes la mañana, que se va volando, y de regreso a la realidad… a la dura realidad. Nada viejo, lo dicho: no puedo ser feliz”, concluyó, justo antes de mandarnos a correr cuadra abajo, en busca de un ómnibus atestado, cuyo chofer no cree en lágrimas ni en paradas.